Las lecciones de Sofía.
No, no sabes. Tú no lo entiendes, pequeña extraña, de las palabras que lanzas al suelo, te desnudan y el tiempo desconoce todo al rededor, y se duerme mientras nos levantamos y levantamos las sábanas negras, para condensar el aire con un grito y quebrar el ruido de las ciudades, pero por sobre todo para enmudecer las masas, para enmudecer a la bestia y ahogarla por un minuto en el olvido. Hija, hermana y amiga, toma el vaso de leche, una vez más eres la invitada en este negocio nocturno, eres la virgen pervertida, eres el frío y la nieve, y la nieve en el frío. Los movimiento de serpiente, te acomodan in situ. Mujer serpiente, de tus blancas colinas, de tus cumbres rosadas, de tus expediciones a la desesperación y al dolor. Es cierto que nos acostumbramos al agua, la sal y el agua, pero qué hay de malo en eso, salvo cuando no estamos, nos extrañamos. Heróica, te elevas danzando y rumiando sobre tus ríos, sobre tu carne, sobre tu sal. Te encumbras en la cumbre, te deforman mis manos, no veía tus rostros, ni tú los mios, sólo mi lluvia y de la lluvia al río. Conversaciones, negociaciones. Apostadora de la vida, ni la muerte te asustaba cuando tus raíces se ensancharon, sé que tus anillos milenarios crecieron, los invocaron, se hicieron eternos y con el sentimiento de eternidad te mudaste. Cuánto tiempo ha pasado, hermana hija y conciudadana, de voz prepotente, de estadías fugaces, que la muerte, que la muerte. Ya te has muerto amante del alma, no es eso lo que busco en estas palabras, al menos, las mil y una muertes pasadas, que pasan y que pasarán, ya no las veo, esa es tu enseñanza amiga, amada, la muerte ya no nos toca, quizás una noche, para cuando el animal se retuerza, pero tan sólo esa noche. Muchas gracias a ti y a tus cotidianos silbidos, los silbidos con uñas, un rasgido del alma.
(Pintura: Mujer rubia en una cama, Artista: Lucian Freud)
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